Hombres buenos y hombres malos en Angkor (I)

jueves, 26 de febrero de 2015

Escribir sobre los templos de Angkor es una actividad casi tan popular como visitarlos o fotografiarlos. Hay cientos de blogs, artículos, libros y material sobre cada baldosa de cada templo. Así que hoy, para salirme un poco de ese montón, os voy a hablar de dos tuctuqueros que hemos conocido durante nuestra semana en Siem Reap. Como la historia es un poco larga la voy a dividir en dos partes. Esta es la primera.

Después del viaje terrible que relatamos en la entrada anterior, llegamos a la estación de autobuses de Siem Reap a las diez de la noche. Afortunadamente habíamos reservado habitación en un guesthouse y tan solo teníamos que llegar hasta allí. En el autobús nos habíamos hecho amigos de una pareja chileno-polaca, Francisco y Iovanna, que curiosamente vive cerca de nuestra casa en Barcelona. Ellos no tenían reserva y quedamos en ir juntos a nuestro guesthouse para ver si tenían una habitación libre y, además, repartir el precio del transporte. Nada más salir del autobús, mientras sacábamos las maletas, un tuctuquero nos colocó en su punto de mira. El tipo, al que llamaremos El Malo, era un profesional bregado. Nosotros éramos desechos humanos con ganas de tumbarnos en una cama. Con algo de sutileza y una bien medida presión psicológica nos llevó al extremo (inédito) de no comparar precios con otros conductores. Regateamos algo el precio del servicio, dejándolo en “tan solo” 10$. Cuando nos dejó en el guesthouse no convenció para quedar con él la mañana siguiente para negociar una ruta por los templos.

Ya teníamos planeado dedicar el día siguiente a descansar, y con ese objetivo, nada más levantarnos, buscamos un guesthouse más cómodo. Tras una breve búsqueda matutina nos quedamos en el Yellow Hostel, una pensión con habitaciones baratas (10$) y una pequeña piscina de la que nos enamoramos a primera vista. Era el lugar ideal para pasar los días de descanso y para relajarnos en las tardes de los días “de templos”. Regresamos a hacer el check-out del primer guesthouse y dejar señas para que El Malo pudiera encontrarnos. Además avisamos a Francisco y Iovanna, que se vinieron con nosotros al nuevo hostal.Yellow Hostel, Siem Reap

En esa tesitura cometimos el terrible error de no preguntar a otros tuctuqueros por los precios de las rutas por los templos. Así que estábamos vendidos ante El Malo. Cuando apareció, estábamos los cuatro en la piscina. Le comentamos que al día siguiente queríamos hacer el recorrido largo (hay dos rutas básicas en Angkor, la larga y la corta. En el mapa de abajo aparecen en verde y rojo, respectivamente) y que queríamos comenzar temprano para ver el amanecer en Angkor Wat. El Malo dijo que para ver el amanecer había que salir a las cinco, y que si además hacíamos la ruta larga y nos pasábamos todo el día con él, el precio sería de 35$. Obviamente eso era una locura, y así se lo hicimos saber. Tras un breve tira y afloja quedamos en que le pagaríamos 25$ si regresábamos antes de las cuatro de la tarde y 30$ si nos quedábamos (aguantábamos) hasta el atardecer.Mapa de rutas en Angkor

Al día siguiente Juliana y yo nos quedamos dormidos y a las cinco y cinco el recepcionista del hostal llamo a la puerta de la habitación para despertarnos. Nos vestimos rápidamente y salimos a la calle. Era de noche aun y hacía calor. Allí estaban Francisco, Iovanna, El Malo y otro tipo. El Malo nos dijo que le había surgido algo y que en su lugar sería su hermano el que nos llevaría. En principio nos daba igual, pero, dejando aparte de que el hermano tenía más cara de malo que El Malo, nos desagradó que su tuk-tuk era más pequeño. Protestamos un poco por esto, pero no sirvió de nada. Francisco y yo tomamos el asiento estrecho y sin barandillas de espaldas a El Hermano de El Malo mientras que Juliana y Iovanna se sentaron en el asiento “bueno”.

Paramos en la oficina de billetes el tiempo justo de hacer la fila y comprar nuestros pasas de tres días (40$). Francisco y Iovanna compraron el de un solo día (20$). Cuando llegamos a la entrada de Angkor Wat aun no despuntaba el alba. El Hermano de El Malo nos dijo que nos esperaba allí, y que conocía un buen sitio para desayunar. Nosotros cuatro caminamos por el puente de entrada entre decenas de personas que ya casi corrían para disfrutar del preciado acontecimiento diario. Al llegar a la altura de los dos lagos simétricos que hay frente al templo me sorprendió la gran cantidad de gente que había allí. Sobre todo la lado izquierdo, donde el lago tiene algo más de agua. Nos fuimos al lado izquierdo y tomamos sitio entre los demás turistas, sentándonos en el césped seco. A medida que el sol se acercaba al horizonte, las torres del templo más grande del mundo fueron haciéndose visibles. Poco a poco los detalles se perfilaban y, cuando salió el sol por detrás, nos fuimos a desayunar a uno de los puestos cercanos.oficina de billetes de Angkoramanece en Angkor Wat

Después de visitar el templo durante un par de horas regresamos a la salida, donde encontramos a nuestro tuctuquero fácilmente y nos pusimos en marcha hacia el siguiente templo, Bayon. Antes de entrar en el templo consulté a El Hermano de El Malo sobre la siguiente parada. Él me miró extrañado cuando le señalé un templo de la ruta larga en el mapa. En su inglés de nivel bajo nos hizo entender que íbamos a hacer la ruta corta. En un par de minutos la conversación se calentó. Nosotros le decíamos que habíamos hablado con su hermano de hacer la ruta larga y él insistía en que no era así, que él le había dicho que era la corta y que, además, la larga no se podía hacer en tuk-tuk (¿?). Le dijimos que llamara a su hermano, pero no había traído teléfono. Las dos partes estábamos igualmente empecinadas en que teníamos razón y pasamos veinte minutos repitiendo los mismos conceptos. Visitamos el increíble templo de Bayon barruntando posibles soluciones al problema.Bayon

Al salir del templo la situación se complicó aún más. El Hermano del Malo se esquinó en el cuadrilátero. Todos gritábamos. Entre nosotros hablábamos de posibles alternativas en español mientras, en todo momento, alguno discutía las mismas ideas una y otra vez con El Hermano de El Malo. En una de estas, Iovanna y yo nos alejamos un poco y apareció por allí, como por arte de magia, otro tuctuquero sin pasajeros. Iovanna y yo le paramos y le preguntamos, directamente, cuanto nos cobraba por hacer el recorrido largo. El nuevo tuctuquero nos dijo que 18$. Ni siquiera le regateamos. Con el mapa en la mano nos aseguramos de que no había malentendidos, de que pararíamos en los templos que quisiéramos, el tiempo que quisiéramos. El conductor, que luego nos dijo que se llamaba Tim, sonreía afable, y nos decía que no había problema, que éramos los jefes. Volvimos corriendo a donde Juliana y Francisco discutían con El Hermano del Malo a decirles a todos que habíamos encontrado una alternativa…

Continuará.

Nota: la entrada tiene pocas fotos porque creo que lo importante en esta historia es el texto. Para ver fotos del día (y del resto de la estancia en Camboya) podéis acudir a la galería correspondiente.

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